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9. Portalondo
Portalondo
De las hermandades a las diputaciones
Martín Pérez de Alcega era uno de los señores feudales más importantes de la Baja Edad Media en Gipuzkoa. Su linaje se estableció en Hernani y no dudaba en organizar matrimonios de conveniencia para favorecer el poder de su línea sucesoria. Cobraba diezmos e impuestos por casi todo, sacaban rentas de ferrerías, fábricas, campos… Gobernaban como tiranos o «jauntxos», y, a cambio, ofrecían una supuesta seguridad y protección a sus súbditos.
Estos «parientes mayores» se organizaron en torno a dos grandes bandos: los oñacinos, afines al reino de Castilla, y los gamboínos, alineados con el reino de Navarra. Aunque, en más de una ocasión, intereses partidistas servían para romper cualquier alianza.
Acumularon mucho poder, controlando villas y valles. Incluso la figura del rey se vio amenazada: llegaron a proteger a delincuentes, favoreciendo robos y pillajes en la denominada «frontera de malhechores» -entre los reinos de Navarra y Castilla-, con el objeto de debilitar la figura del rey.
Los monarcas castellanos supieron apropiarse de una imagen de padre benefactor, que defendía a la población frente a la actitud despótica de los «parientes mayores». En este contexto, y siempre con la ayuda real, la Hermandad de Gipuzkoa empezó a legislar contra abusos y leyes injustas, cuestionando el monopolio del poder feudal. Evidentemente, los «parientes mayores» intentaron reaccionar, y unieron sus fuerzas contra aquel nuevo poder, pero era demasiado tarde.
Portalondo etxea o «Torre de los Gentiles» fue una de aquellas torres desmochadas, y Martín Pérez de Alcega -que probablemente fuera su dueño-, uno de aquellos señores que, junto con sus tropas, fueron deportados y obligados a combatir en tierras andaluzas contra el reino nazarí de Granada. Años más tarde, en 1460, fueron indultados, y volvieron a Gipuzkoa, pero ya nada volvería a ser lo mismo. Las hermandades e instituciones municipales y provinciales habían creado el germen de una nueva forma de autolegislación, que establecía una hidalguía colectiva. De modo que las Provincias se consideraban terrenos nobles, y sus habitantes, seres libres. En los siglos posteriores se consolidaron los fueros, y nacieron instituciones de autogobierno provincial, dando origen a los actuales Territorios Históricos.